
Esta poesía vive, Mary Soto
5 de agosto de 2025
Presentación del poemario «Dispersos» por Catherine Rey Clarke
21 de agosto de 2025Desde su aparición, desde que el hombre o el lobo del hombre ha dejado su felicidad en manos de los modos de producción, desde que la tecnología ha pasado a ocupar el lugar designado a la creatividad, el razonamiento y la capacidad crítica de las personas, no, la poesía no ha muerto tal como se ha profetizado; se ha transformado, ha cambiado de piel, pero su esencia es la misma: el fuego, el espíritu, la trascendencia. La poesía ya no es la ofrenda en el altar de los dioses antiguos ni el canto que da inicio a la comunidad; tampoco es el gorjeo interior del poeta en soledad. Hoy, la poesía se fragmenta, se disgrega, se transmuta; pero sigue ardiendo en el alma de los hombres, como imperceptible brasa u hoguera incontrolable, arde, aunque no lo sepan.
En estos jodidos tiempos donde el lenguaje peca de alcahuete de los discursos hegemónicos, donde el alfabeto funge como leño oscuro en la construcción de algoritmos, la poesía se convierte en resistencia. No contra el tiempo, sino contra su domesticación. La poesía actual no se limita a decir: re-presenta, interroga, cuestiona. No explica: corta, abre, hiere, enfrenta al hombre con su herida primigenia. Y es bello y terrible a la vez. Es relámpago más que luz, grieta más que muro, respiración más que dicción.

Pero esta misma poesía, en su vitalidad subterránea, carga también con los límites de los tiempos actuales. Al disolverse en las redes, corre el riesgo de ser ruido. Al volverse íntima, puede encerrarse en sí misma. No olviden que la palabra poética no es solo expresión, sino conjuro; no solo voz, sino escucha. En su afán por romper la forma, olvida la tensión secreta entre libertad y rigor, entre aliento y arquitectura. Por eso es importante que el poema goce aún de los espacios destinados al texto escrito: el libro.
Mientras haya seres que encuentren su identidad en la belleza, mientras el lenguaje no sea presa del libre mercado, mientras alguien escriba no solo para informar, sino para invocar, para pactar consigo mismo y sus carencias, la poesía tendrá sentido. No como género, sino como experiencia de ruptura: ese momento en que el mundo, aunque sea por un segundo, se ahogue con su propia saliva en un intento por respirar distinto.
La poesía hoy no necesita de muros ni templos, pero sí de casas, de hogar. Por eso Casa Astarté se ha convertido en una guarida del espíritu, en un subterfugio cálido en medio del tráfago de la urbe. A la poesía le basta una chispa. Y, como en los tiempos más antiguos, sigue siendo eso que nos revela, el lenguaje primigenio que se apodera de nuestro sistema límbico, aquel conjunto de cables que vibran y se tensan antes de producir la primera palabra.
Y esa emoción verdadera es a que nos suscita esta Muestra poética 2024, bellamente editada por Casa Astarté Ediciones y Libre e Independiente, la que se erige, como su nombre lo indica, en una muestra vibrante de la poesía peruana actual, nacida de un espacio tan íntimo como necesario: una casa convertida en refugio creativo en el esternón de Lima. Esta obra reúne a veintiocho poetas jóvenes, en pleno uso de sus facultades, espero, quienes, bajo la curaduría de Carlos Rivera, comparten una visión plural del mundo a través de 78 textos que dialogan desde la introspección, la experiencia urbana, la memoria, la rebeldía y el deseo de fundar nuevas formas de decir.
El libro es, en su conjunto, una cartografía emotiva de las diversas tensiones que atraviesan la vida actual: el desarraigo, la ciudad caótica, la corporalidad doliente, la filiación con lo ancestral y la urgencia de lo político. Lejos de cualquier muestra homogénea, las voces aquí reunidas fluctúan entre la poesía conversacional, el lirismo ritual, la experimentación con el lenguaje y una sensibilidad que no teme al riesgo ni la imprudencia. La presencia de referentes como Baudelaire, Ginsberg, Rimbaud o Vallejo se entremezcla con los gritos de las calles de Lima, los ecos guturales de la selva, el dolor migrante y las herencias invisibles.
Por lo tanto, este hermoso libro de poesía constituye un gesto de afirmación colectiva, un testimonio de comunidad poética que se construye desde la escucha mutua y la hospitalidad estética. El volumen no solo visibiliza una nueva generación de voces, aunque algunas ya consagradas, —diversas en género, territorio, oficio y poética—, sino que también reafirma que la poesía es todavía una forma de resistencia, una trinchera de belleza y lucidez. La honestidad con la que los textos han sido seleccionados y presentados hace de este libro una ofrenda que honra tanto el oficio poético como el espacio que lo hizo posible.
Así, Casa Astarté no es solo el nombre de un lugar: es un símbolo de lo fértil, de lo colectivo, de lo que pervive a pesar de la marginación institucional. Como sugiere el espíritu del libro, mientras haya una lámpara encendida, una palabra compartida o un verso que se resista al silencio, esa casa seguirá existiendo. Y esta antología es prueba de ello: un canto plural que, al mismo tiempo, abriga y transforma.
César Olivares Acate (Trujillo, 1979) es licenciado en Educación por la Universidad Nacional de Trujillo. Es Magister en Literatura Peruana y Latinoamericana por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha publicado los poemarios “La vestimenta de los días” (2009) y “TransyGente (o poemas escritos en un micro)” (2014), las crónicas periodísticas “Jeremiadas” (2009) y el libro de relatos “Talión y otros cuentos de venganza” (2010). Está incluido en “Edición extraordinaria. Antología general de la poesía en La Libertad 1918-2018? de B. M. En el 2021 mereció el Premio Copé de Plata. Es docente universitario en Lima. Hoy analizamos “Buey manso o doce cantos para disuadir al matarife -con interludios-” (2022).
